La tarde, las acacias, los recuerdos...
los aires del fogón, abierta la espesura de la duda,
la meseta exhalando olores a romero,
la casa abierta, la puerta resultando
una larga transición hacia el olvido.
Todo dispuesto en el juego de los astros,
Para la vida infinita, aire en plenitud,
De sensaciones vanas, de platas amarillas
Que arropan el crepúsculo de un gran horizonte.
La tarde de avenidas, sin fin, hacia lo oculto,
Que llevan a la noche
De sombras cambiantes y cambiantes guiños,
De luces de neón, de incendios agitados…
Noche con balcones de luces encendidas,
Sin fin, del alma, oscura y fría.