sábado, 4 de septiembre de 2010

Ciudad de luz

Cada rayo de luz que traspasa el cristal,
hace visible
la invisible transparencia del día.
En la soledad el viento suave azota los árboles
y se desnuda de pájaros el horizonte.
La ciudad, tras el cristal
es una pirámide de luz
que deja caer su gran otoño sobre las avenidas.
Incendiada se hace abanico invisible
para mi deseo.
Intacta, bajo el tacto azul de la mirada,
alzada sobre el asfalto,
se hace Eternidad de piedra, irreal hasta el sueño.

Colores de la ciudad

viernes, 27 de agosto de 2010

ARQUITECTURAS DE LA CIUDAD




Todo lo que tiene de bello el mar
lo refiero a la tarde infinita,
motores de la ciudad, jardín y cementerio
de chatarras fósiles, inamovibles y eternas.

O acaso es una referencia
al sentimiento lírico, a un estado
que acompaña al hombre.

Estas horas de mis tardes
tienen los teoremas, los signos
que conviven conmigo y, como parte viva,
construyen mi lenguaje
repetitivo, inusual, gastado,
que al final nos parece
una memoria viva.

la ventana

jueves, 20 de mayo de 2010

en primavera

Columpio de sueños
dulcemente de aire,
de persistente quietud
que nace con el día.

Con demasiadas sombras
y demasiados fríos,
nace la primavera
de los pétalos húmedos.

Sobre el almendro
canta, triste, el invierno.
La mañana es cristal,
pleno de luz el día.

Sus frutos fugitivos
como perlas o soles
cubren como nubes
la arboleda del valle.

Se alzan luminosos
de primavera altiva
y bajan a los espejos
del río y sus orillas

Y suben luego al cielo
como mensajes blancos
de blancas mariposas
en los brazos del viento.

sábado, 17 de abril de 2010

ANTE EL CRISTO DE LA AGONÍA REDENTORA. SALAMANCA 2010

POETA ANTE LA CRUZ. 2010

ANTE TI, SEÑOR


Como sueño edificado al borde de la orilla que se perderá azul,
ante Ti, Señor, estoy, como la arena sobre la que llega el mar,
frágil destino enredado en un mundo de memoria hecha olvido.

Las calles de la ciudad no son más que un camino de cruces
de dolor, de desprecio, de muerte, de soledad, de iniquidad,
calles en las que veo tu rostro, Señor, en cada encrucijada,
laberintos de súplicas de los desheredados de una tierra que olvida
tan pronto como aprende el dolor de tu rostro y tu misericordia.

Fugaz como el sueño, la vida se deshace en un instante, y la noche es aurora que desvanece las sombras tan pronto como asciende el alba,
y la muerte es la vida cuando Tú retornas con la Luz del día.

Suplicante me siento recogiendo las horas que retuvo el dolor,
frente a los senderos que serpentean los jardines secretos de mi alma
ante ti, Señor, la vida, fuego y ceniza del postrer destino, es esperanza.

Cuantas veces cuando estuve a tu lado ignoraba la Cruz en la que estás clavado, cuantas olvido que la Cruz es el camino que me lleva a ti.

Hoy aquí en el silencio, bajo la cruz vertical llena de transparente cristal en la que expiras, ante ti, me arrodillo a la oscilante luz de las candelas.

Insoportable me parece mi destino, cuando horror tras horror corre sobre mi corazón, bajo el fuego del sufrir que ardiente me atormenta.

Como el tronco en llamas y la quejosa noche, mi corazón se ofrece al dolor, fuego infinito en el que entregados destino y vida arden impotentes.



Muerto, de todas las muertes, muero de nuevo cuando contigo muero,
en las cruces de sílices y arenas, en la muerte pétrea en la montaña,
en la muerte lenta de los árboles y en la muerte sangrienta de los hombres.

Aquí, junto a ti, cierro los ojos y respiro profundamente
y cuando quedo en las tinieblas de la tarde oigo el viento,
e hilar a la muerte con sus helados dedos, miro el vacío y oigo la voz de un desprecio amargo, viento de odio que todo lo destroza con violencia.

Donde quiera que el amor se encuentre, donde sus olas, no golpeen mi cuerpo, estará mi alma cuál ave ligera, deshojando el llanto de la piel marchita y caerán como en el otoño las hojas resecas,
se ajará la piel, todo será espanto, aunque exista calma no habrá mañana.
Las puertas abiertas, cerrarán el paso y el paisaje verde, será transparente,
todo tan extraño, en solo un instante... cuando llegue la muerte