lunes, 16 de abril de 2007

PLAZA MAYOR. SALAMANCA

" Iré a otro país, veré otras playas;
buscaré una ciudad mejor que ésta.
Todos mis esfuerzos son fracasos
y mi corazón como muerto, está enterrado.

No encontrarás otro país ni otras playas,

Llevarás por doquier y a cuestas tu ciudad.

K. Kavafis

Hay una ciudad en el aire, una ciudad casi invisible suspensa,

cuyos vagos perfiles sobre la clara noche transparentan,

como las rayas de agua en un pliego, su cristalización poliédrica.

Una ciudad tan cercana, que enamora con su presencia.

Toda mi vida, Salamanca, es como un encaje pacientemente tejido a tu abrigo. No importa el color del hilo, ni la ciudad misma. Lo valedero es la verdad de la pertenencia y la infinitud. Porque me tienes para la eternidad, en una adopción que yo amo con una libre servidumbre apasionada, pues no puedo irme de ti sin volver la cara y regresar luego más ligero que si tuviera zapatos de viento. Bien que lo saben todos y hasta muchos se sonríen ¡Qué me importa!
Conozco la dicha de ser propiedad de una ciudad y de sentirla piel, sueño, insomnio gigante, esperanza de polvo, montaña de acontecimientos.

Me gusta escribir —como si nada y a la vez todo fuera importante—

el sencillo irse de las horas sentado en la terraza de un café
aquí en el centro del incendio, en plena Plaza y siempre.
Escribir, como si estuviera escrito, que el ruido de esas tazas sobre el mármol tuviera que pasar el sonido claro de los versos.

La tarde entera se remansa en la plaza, serena y sazonada, bienhechora y sutil como una lámpara, clara como una frente, ¡Qué bien se ve la tarde desde el fácil sosiego de las terrazas, la tarde que igualadora de almas se abre, como el sueño, por esta brecha abierta en medio de la ciudad del aire.

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